lunes, 13 de marzo de 2017

La “cuestión gay” y la familia en un estudio de caso. Vespucci, Guido (UNMdP)

Semejantes en la diferencia y
diferentes en la semejanza. La
“cuestión gay” y la familia en
un estudio de caso.
Vespucci, Guido (UNMdP)

De la proyección a la concreción de una familia
Didier Eribon ha señalado el peso simbólico innegable que tiene la institución
familiar tanto para gays y lesbianas que desean alguno de sus diversos formatos como
para quienes se oponen radicalmente a cualquiera de ellos. “La agresividad que
caracteriza muy a menudo los discursos de rechazo del modelo familiar muestra que la
relación con la familia no es nunca sencilla, en cualquier caso nunca es neutra (…) El
gay o la lesbiana más hostiles a los modelos familiares se definen precisamente por la
negativa a identificarse con modelos que con toda certeza, dada su omnipresencia
social, deben moldear hasta la manera en que uno se define en contra de ellos. Judith
Butler tiene sin duda motivo para escribir que lo que se rechaza, y en consecuencia se
pierde, se conserva como identificación rechazada”.21 Este argumento es utilizado por
el autor para eludir la trampa de oponer tajantemente ambos modelos, estrategia
esgrimida por versiones liberal-homofóbicas para negar los derechos asociados a la
familia (como el matrimonio homosexual). En este sentido, “lo que parece
corresponder a dos modos de vida opuestos y mutuamente irreductibles (la libertad
sexual por un lado y el matrimonio por el otro) puede no ser más que etapas diferentes
en la vida de los individuos.”22 No estoy seguro de que esto sea una regla, teniendo en
cuenta que el “antifamiliarismo” se ha erigido en una insistente figura de identificación
en algunos sectores gay-lésbicos.23 Al menos desde el punto de vista de los gays,
debemos advertir con la investigación de M. Pecheny et al que muchos de ellos
encuentran serias dificultades para poder compatibilizar el ejercicio de la paternidad con
su orientación sexual. Las posibilidades de conformar una familia a partir de (o de la
revelación de) la homosexualidad parece estar mucho más reducida en gays que en
lesbianas: “la defensa de formas alternativas de familia, diferentes al modelo
tradicional [heterosexual] no es asumida de un modo claro por los entrevistados
[gays]. No ocurre los mismo con las lesbianas, para la mayoría de las cuales la pareja
homosexual es plenamente concebida como el núcleo de una posible vida familiar.”24


21 Eribon, D. Op. Cit. Págs. 61-62.
22 Ibidem. Págs. 62-63.
23 A pesar del énfasis en el reclamo familiarista actual, algunos sectores vinculados al pensamiento queer
entienden que dicho reclamo comporta una normalización, y auguran la creación de otro tipo de vínculos
sociales. Véase Halpein, D. Op. Cit.
24 Pecheny, M. et al. Op. Cit. Pág. 90.
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Sin embargo, lo que sugiere D. Eribon respecto de las etapas anti y profamiliaristas,
puede ser ejemplificado —y al mismo tiempo problematizado— en el caso
de Ana. Puesto que si bien es cierto que ella atravesó una etapa en la cual proliferaron,
en sus propias palabras, “relaciones pasajeras y clandestinas”, y que incluso “las
disfrutaba tanto [porque] prefería vivir la vida antes de que no pase nada”, al mismo
tiempo, sostiene: “yo lo que más quería era tener una pareja estable, pero nunca la
encontraba, porque evidentemente no la buscaba donde la tenía que buscar”. Esto nos
permite poner en duda o relativizar25 que la representación sobre sí misma en dicha
etapa haya sido esgrimida exclusivamente desde la “idealización romántica del
homosexual outsider”,26 entendida como la afirmación de un estilo de vida hedonista
cuyos valores se rigen por los principios de placer, libertad, singularidad y por el
abandono de la cohabitación como regla.27 Este modelo del homosexual outsider es el
que su utiliza para sostener que el proyecto familiar (la convivencia en pareja y el deseo
de tener hijos) representa un giro normalizador28: “dentro de esta representación de la
homosexualidad, la decisión de incluir hijos en una vida supuestamente libre, de sexo
sin consecuencias, apunta para una reivindicación de normalidad que reclama para si
otro camino que no es el de luchar por un estilo de vida alternativo a las instituciones
de matrimonio y filiación, sino que desea, al contrario, justamente utilizarse como
adhesión a este modelo hegemónico como fórmula de legitimación.”29 ¿Pero acaso esos
principios de libertad, placer y singularidad son exclusivos de ese modelo de
homosexualidad?, ¿Son necesariamente incompatibles con cualquier tipo de vida

25 Simplemente podemos ponerlo en duda y no negarlo, puesto que la mediación sobre el pasado hecha
desde su relato actual podría estar condicionada por la necesidad de construir una coherencia biográfica
en la dirección ya mencionada sobre la hipótesis de Bourdieu.
26 Costa, J. F. A inocência e o vicio. Estudos sobre homoerotismo. Citado por Eugenio, F. “De pais, maes
e fihlos: discursos e reivindicacioes da homoparentalidade”. Seminario Fazendo Gênero, 28,29,30 de
agosto del 2006, UFSC-UDES Florianópolis, Brasil, Editora Mulheres. Pág. 3. [Todas las traducciones
citadas de este artículo son mías.]
27 Heilborn, M. L. “Ser ou estar homosexual: dilemas de construçao de identidades social”. Citado por
Eugenio, F. Ibid. Pág. 2.
28 Una de las primeras teóricas en sostener esta hipótesis fue Elisabeth Roudinesco. Sin embargo,
considero que se ha sobredimensionado su uso, pues a la vez que marcaba este giro normalizador (de
integración a la norma familiar que tanto se hubo repudiado) también hacía hincapié en un giro
transgresor (del principio de la diferencia sexual en la familia). De todas maneras, la solución que
propone para este desorden es el re-ordenamiento de la diferencia en términos simbólicos, manteniéndola
como principio necesario y universal para la constitución de una psique sana. Véanse algunas críticas a
esta posición en Pérez, I.; Torricella, A. y Vespucci, G. “La familia en Oxford Street. Homosexualidad:
matrimonio, filiación y subjetividad.” Aceptado para su publicación en Mora. Revista del Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
29 Eugenio, F. Op. Cit. Pág. 3. Incluso esta autora arriesga los conceptos de hipernormalización y
naturalización. De todas maneras, parece que sus entrevistados, a diferencia de los míos, reflejan esa
tendencia de integración sin mayores cuestionamientos, como vía de legitimación social.
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familiar?, ¿No estaremos ante una cristalización teórica —¡idealización!— de ese
modelo?
El planteo de D. Eribon apunta en la dirección de relativizar la oposición de
estos modelos a través de la hipótesis de las etapas. En le caso de Ana la misma se
confirma e incluso ambas etapas llegan a mixturarse en términos de prácticas y
representaciones: sus relaciones clandestinas y pasajeras (de las que disfrutaba mucho)
conviviendo con el deseo de estar en pareja estable. Y, con respecto al otro “agente de
normalización” —uno es la cohabitación, ahora nos referimos a la filiación— se
vislumbra otra vez este tipo de mixtura: “En realidad yo siempre tuve el deseo de ser
madre, eso no lo puedo negar. Después con esto que yo elegí, pensé `ya fue, no es
compatible´, hasta que bueno, empiezan a aparecer casos, te enterás de gente…”
Con respecto a Sofía, también sostuvo que desde siempre quiso ser madre. Y fue
ella quien convenció a Ana de que eso era posible: “concretamente quien tomó la
iniciativa fue Sofía, la que se animó a pensar más allá, la más corajuda que dijo se
puede, yo era como más quedada en eso, me costaba verlo, le daba vueltas, fantasías de
cómo hacerlo, la posibilidad de acostarme con un hombre… pero yo no sería capaz de
engañar a un hombre (no decirle que fue padre) y no quiero tener un hijo con un padre
desconocido…” En ambos casos el deseo de maternidad estuvo presente en sus
biografías a pesar de su orientación sexual. Si Ana lo vivía con más dudas que certezas
no fue por una identificación cerrada, pura o exclusiva con el modelo de homosexual
outsider (para oponerse a un proyecto familiar y así descartarlo definitivamente) sino
porque no vislumbraba la manera de concretarlo. Con esto no queremos decir que la
dificultad radicaba simplemente en una cuestión de método, la sensación de
incompatibilidad expresada por Ana también alude a una restricción simbólica y
jurídica, la de un sistema heteronormativo que niega la posibilidad de ejercer
legítimamente la pater/maternidad a personas GLTTTBI. Y esto sí les implicó a ambas
un proceso de resignificación de su identidad en tanto están excluidas de la institución
de la maternidad. Un grupo de reflexión lésbico, Lesbianas a la vista, fue necesario para
evacuar dudas, limar contradicciones y canalizar el deseo de maternidad en un proyecto
concreto. Allí compartieron experiencias con otras lesbianas, reflexionaron, discutieron
y leyeron artículos vinculados a la maternidad lésbica. La manera de encarar el deseo de
maternidad estuvo fuertemente influenciada por esta experiencia, que les brindó como
una suerte de “marco teórico”. Se encontraron con que el mandato sociomoral del
patriarcado respecto del deber de ser madre hacía una arbitraria excepción e inversión
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moral en su caso: “es un mandato opuesto que el que se les da a las mujeres
heterosexuales”, explicaba Sofía. Y ello porque “el patriarcado considera que la
maternidad es un asunto natural y biológico, pero eso es un absurdo, sin ir más lejos,
yo fui adoptada y mis padres no fueron los biológicos sino los adoptivos”.30 La
distinción entre procreación y filiación es lo que conllevó a desnaturalizar la maternidad
y a concebirla como una elección y no como un mandato: “es algo que hacemos, si es
una mandato no lo queremos, me dije `cómo voy a hacer eso´ y de repente te encontrás
con que es tu deseo, entonces vuelvo a ese deseo como elección y no como mandato”,
(Ana).
Este tipo de opiniones estuvieron mediadas por la lectura y discusión de algunos
artículos que Ana y Sofía debatieron en Lesbianas a la vista para encarar la cuestión de
la maternidad lesbiana. Nos pareció interesante reproducir algunos fragmentos de uno
de ellos:
“Y, aun cuando muchas heterosexuales y la mayoría de las lesbianas eligen no
ser madres, todavía somos bombardeadas permanentemente con mensajes acerca de
que "la maternidad es lo natural" y el no ser madre es una excentricidad antinatural,
una rareza, un egoísmo vergonzoso, una infracción demasiado grave al orden
establecido de las cosas. Uno de los aspectos más interesantes de la maternidad lésbica
es, desde mi punto de vista, esa posibilidad de resaltar la maternidad no como un deber
de y hacia la naturaleza, sino como una elección. Que las lesbianas hablemos de y
reclamemos el derecho a acceder a la inseminación artificial (o más en general, a la
fecundación artificial, puesto que la inseminación es sólo una de varias alternativas
disponibles), pone de manifiesto esta visión de la maternidad como una elección y no
como un deber o una imposición de la naturaleza”31

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